A medida que se conocen las secuelas de la persistente sequía que afecta al país, vamos tomando conciencia de que enfrentamos un fenómeno nuevo y, por tanto, de proyecciones inciertas. El daño causado es enorme y difiere de región en región, siendo el Norte Chico el que se lleva la peor parte por la falta de lluvias y el consumo del agua embalsada.
El centro, en tanto, sobrevive gracias a un régimen de lluvias que, siendo insuficiente, ha permitido atender los requerimientos mínimos, fruto de la disciplina de las organizaciones de usuarios; mientras el sur se ha visto privado de lluvias veraniegas, que lo sorprenden con mínima infraestructura de riego.
Este fenómeno, nos plantea un gran desafío país: reunir, en una sola instancia, al mundo público y privado, a los expertos, la academia y la asesoría internacional, para buscar soluciones de largo plazo a un fenómeno que advierte ser de extenso aliento. El Estado no pued e enfrentar solo el desafío que esto impone. Al contrario, la experiencia indica que la administración pública en esta materia padece una enorme dispersión de roles y no cuenta con suficientes especialistas ni capacidad económica para abordar la situación hídrica del país.
Evidencia de esto es el enorme déficit de embalses e infraestructura que existe en el país. El último embalse importante en proceso, comenzó en 1972 y aún no se termina. Contamos con decenas de estudios e investigaciones que finalmente no se utilizan. Pareciera, a veces, que teniendo respaldos técnicos para desarrollar infraestructura hídrica, prima la falta de voluntad política y la burocracia. Al desafío de aunar esfuerzos públicos y privados, se suman tareas concretas que hemos propuesto oportunamente a la autoridad.
Urge, por ejemplo, concretar el Plan de Infiltración de Napas; duplicar los fondos destinados al fomento de las tecnologías de riego; elevar los recursos públicos para acompañar la inversión privada en obras colectivas e intraprediales y trabajar para fortalecer las organizaciones de usuarios, entre otras medidas. Abordar la sequía con la urgencia que amerita es clave, si no queremos ver un severo retroceso en las expectativas de los agentes productivos y en el desarrollo de las inversiones que han hecho de nuestro país un líder creciente en materia alimentaria.
La mejor política pública es aquella que nos invita a poner la mirada en el largo plazo y sabe convocar a todos a construir esos sueños, volcando nuestros mejores esfuerzos desde aquí y ahora.
Fuente: Pulso.cl