La cadena de ganados y carnes ha sido uno de los sectores más golpeados de la producción argentina. Tanto factores climáticos como acciones públicas fueron distorsionando un mercado que reúne a cientos de miles de oferentes y miles de demandantes. Podemos decir que este sector es uno de los pocos donde más plenamente se expresa la competencia perfecta, teniendo en el juego de su propio desarrollo una conformación de precios que ajusta libremente a sus actores, recreando permanentemente equilibrios nuevos y duraderos.
Si analizáramos la serie completa de registros públicos existentes del stock ganadero –Ministerio de Agricultura y Ganadería: Censos Agropecuarios; Ministerio de Asuntos Técnicos, Dirección Nacional de Servicios Estadísticos: Censos Nacionales; Estimaciones de la SAGPYA; ENA; INDEC–, comenzando en 1875 observamos que, a pesar de las grandes crisis nacionales e internacionales, durante muy pocos períodos el stock tuvo procesos continuados de caídas. Muy por el contrario, la serie muestra en forma permanente procesos anuales o bianuales de incremento o disminución.
Podemos remarcar que hubo un solo período previo de caída
sistemática del stock vacuno, que fue el comprendido entre los años 1994 y 1999, en el cual se redujo desde 53.156.960 cabezas en 1994, 52.648.570 en 1995, 50.829.700 en 1996, 50.058.900 en 1997, 48.084.900 en 1998, a 49.056.700 en 1999, según datos de Encuesta Nacional Agropecuaria.
El stock ganadero es la columna vertebral con que se expresa esta cadena. Su conformación influye decisivamente en todas las otras variables, producción, consumo, comercialización, etc. Ninguna de ellas puede ser autónoma por mucho tiempo y la experiencia lo ha demostrado, siempre hasta ahora cuando un sector de la cadena ganó es porque otro perdió, aunque al final del recorrido ante una caída importante del stock todos terminan perdiendo en nuestro país.
Podemos decir que en los últimos 10 años han ocurrido tres hechos importantes que muestran cambios significativos en la cadena. El primero es la expansión de la agriculturización, tomando 14 millones de hectáreas ganaderas con destino de siembra, produciendo el incipiente corrimiento del stock ganadero; el segundo, resultante del proceso anterior, modificó la forma tecnológica de terminación del ganado, pasando del sistema pastoril con suplementación a la forma de confinamiento; y el tercero, el proceso de extranjerización y concentración de la industria exportadora.
Estos cambios resultan estructurales y, si bien en el sector industrial exportador puede haber pequeñas modificaciones, todo apunta a que será la forma con la cual estos actores convivirán dentro de la cadena, dibujando un nuevo mapa al cual debemos agregar la industria frigorífica destinada al consumo, el consumidor y el productor de cría.
Ciclo ganadero
La ganadería es el único sector productivo que posee un ciclo distinto al de las otras actividades, donde la componente que lo diferencia de los demás procesos productivos es el ciclo biológico del animal. Su periodo de celo, preñez, parto y destete posee un tiempo que no es posible modificar sustancialmente; de manera tal que la definición académica del ciclo de la especialista Susana Gluk, diciendo que son “las fluctuaciones periódicas que experimenta la actividad ganadera y que se reflejan en todas las variables representativas”, se ve fuertemente condicionada por este proceso natural.
Por fuera de esa característica propia de la producción ganadera, juegan en el mismo un conjunto de componentes internos y externos. Por supuesto, el de mayor incidencia está directamente relacionado a la participación que tiene la estructura de la demanda de carne. La Argentina, siendo un país que destina en la actualidad el 90% de la producción de carne bovina al mercado interno, es muy sensible a medidas de orden interno y no internacionales; en tanto que, un país como Uruguay, que destina el 67 % de la producción a los mercados externos, está sensibilizado a los humores del exterior.
De manera tal que es importante observar si en estos años ocurrieron cambios que pudieran modificar el ciclo. El dato más relevante es el incremento en la participación del engorde en sistemas de confinamiento, produciendo un cambio tecnológico en el mismo. El acortamiento del tiempo de engorde mediante estos sistemas ha acelerado un desbalance que, por distintas razones, ya existía entre producción y demanda, modificando hábitos de consumo que requirieron cada vez animales con mayor terneza y menor kilaje final.
El sistema de confinamiento, presentado como la única variable tecnológica que produjo modificaciones al ciclo, no implica un disvalor para el mismo; todo lo contrario, el modelo productivo de las naciones más importantes en producción ganadera siempre tuvieron en él un formato válido. Tanto EEUU como Australia han incursionado decididamente hace más de 50 años proveyendo a la industria de los famosos novillos Prime de más de 600 kilos; algo muy distinto a lo que nosotros hasta acá hicimos, que fue complementar la creciente demanda del consumo interno mediante compensaciones y permitiendo tener un valor artificialmente barato de la carne.
Sector primario: distribución geográfica, cría, recría y engorde
Argentina posee por sus características naturales una definición de las formas productivas. La rentabilidad es lo que define la utilización del espacio territorial; de manera tal que, si el resultado de los últimos años para el sector pecuario fue malo, lógico era pensar que el desmantelamiento se produciría, conllevando el perjuicio que en esta actividad se produce cuando alguien se retira, ya que difícilmente vuelva a la misma, no sólo por el costo del repoblamiento ganadero sino por las mejoras desmanteladas.
Tal como ha expuesto en distintos gráficos el consultor Víctor Tonelli la ganadería ha sufrido un corrimiento hacia el norte del país, donde la región pampeana continúa siendo la que posee el mayor stock pero también la que más ha perdido. Hay provincias típicamente ganaderas, como Buenos Aires, cuyo stock en 2003 era de 21.073.469 cabezas y en 2010 de 16.743.093; o La Pampa, donde en el 2003 había 4.192.433 cabezas y en 2010 sólo 2.582.860. Si bien éstos son los casos más paradigmáticos de provincias típicamente productoras, no significa que otras no hayan vivido lo propio, como Córdoba que bajó de 7.023.304 cabezas a 5.048.964 cabezas.
Como contrasentido, se ve el incremento del stock ganadero en las provincias del Litoral y del Norte argentino, cuyos avances si bien son notables nunca pueden en volumen equiparar los millones perdidos en la zona pampeana. La razón de esta incapacidad no está dada por su espacio territorial sino por la maduración que requiere todo un territorio, que comenzó a incorporar genética y tecnología en la aplicación de pasturas, superando la forma extensiva de engorde en campos, las más de las veces de monte con grandes limitaciones sanitarias y de infraestructura.
Así podemos ver cómo han crecido notablemente provincias como Salta, que de 562.252 cabezas en 2003 pasó a 1.049.782 en 2010; Santiago del Estero, que pasó de 1.157.779 cabezas en 2003 a 1.397.580 en 2010; o Formosa, que pasó de 1.403.243 en 2003 a 1.748.920 en 2010.
Este corrimiento de la cría hacia zonas de frontera conlleva otros problemas que repercuten en la recomposición del stock ganadero. Las vacas que se perdieron en la cuenca del Salado de la Provincia de Buenos Aires tienen, por su desarrollo tecnológico y genético, niveles de parición muchos más altos que los del norte argentino. De manera tal que esta pérdida de productividad nos muestra que el crecimiento será lento, como lo ha expuesto también Víctor Tonelli.
La recría, un sistema establecido en países como EEUU, en la Argentina solamente tiene desarrollo si los precios de ingreso y egreso del animal nos dan una ecuación favorable; de forma tal que los kilos que aquí se ganan nos permitan entrar con animales de mayor peso en el confinamiento utilizando zona de pastos baratos, o reservorios de bajo costo de engorde, como son las islas.
Lo que varias veces mencionamos como la novedad tecnológica
más importante de las últimas décadas es el “feed lot”, al cual es preferible mencionarlo como sistema de confinamiento mucho más cercano a nuestro sistema. Este formato tabulado de encierre, controles sanitarios y alimentación, que supera el ciclo de rumiante y permite utilizar componentes diversos para la alimentación, se logró establecer fuertemente como el modelo de terminación más importante del consumo interno.
Por otro lado, en el informe “Establecimientos de Engorde a Corral Actualización Enero 2011” de la Dirección Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria de SENASA, se puede ver una visión actualizada del sector.
El incremento de establecimientos habilitados ha sido muy importante, dado que el informe del 2008 recogía solamente 1.626 establecimientos y 1.196 establecimientos en 2007. Asimismo se puede observar cómo en 2008 y 2009 se dieron los procesos cíclicos de mayor encierre, mostrando a partir de finales del 2009 una caída permanente del mismo, resultado del incremento acelerado del precio de la hacienda de invernada y los atrasos importantes en las compensaciones establecidas por el gobierno.
Sector industrial
El sector industrial frigorífico bovino no destinado a chacinados se divide en dos grandes grupos: los frigoríficos destinados al consumo interno, con sus correspondientes habilitaciones de tránsito, y los frigoríficos exportadores. En este segundo grupo, se encuentran tanto los de Ciclo I (en el mismo establecimiento se realiza la faena y el desposte) como los de Ciclo II (exclusivamente destinados a desposte y preparación de cortes).
Sobre la industria frigorífica se pueden sacar algunas conclusiones tras hacer un análisis de la totalidad de las plantas frigoríficas habilitadas y bajo control de SENASA (el informe es elaborado por DNTyCPP con datos de ex ONCCA y SENASA). En primer lugar, que casi no existen nuevas inversiones en el sector y lo que ha ocurrido han sido adquisiones. En segundo lugar, existe un nivel muy alto de ociosidad, dado que solamente está activo el 53 % del total registrado. En tercer lugar, el sector exportador que generalmente debe funcionar en niveles de faena muy altos para cubrir sus costos diferenciados, también muestra un porcentaje de paro cercano al 55%.
La mejor imagen para comprender la situación de la industria es visualizar el gráfico de faena anual durante los últimos seis años. La faena se mantuvo alta durante todo este quinquenio, teniendo el pico en 2009, superando las 16 millones de cabezas con una alta proporción de vientres; de allí en más la recuperación de precios marcó su colocación en el mercado interno, cayendo la faena hasta niveles cercanos a los 11 millones de cabezas anuales. La ausencia de faena por faltante de stock es la mejor demostración del nivel de actividad del sector industrial.
Comercialización: mercado interno y exportación
El sistema comercial de la carne y sus derivados debemos siempre dividirlo en sus dos grandes segmentos, el mercado interno y la exportación. Sin lugar a dudas, la sola exposición en primer lugar del consumo interno refiere a la importancia que históricamente ha tenido; diferenciándose de otros países de la región donde la exportación siempre tuvo papeles relevantes, tanto Uruguay, donde el 67 % de la producción se destina al exterior, como Brasil, que se convirtió en los últimos 10 años en el primer exportador mundial de carne.
Podemos hacer algunas observaciones refiriéndonos al consumo interno. En primer lugar, la finalización del período de expansión de la venta de carne en grandes superficies comerciales, algo que había crecido sostenidamente desde la década del 70 y 80, con una aceleración en el período de los ’90, cuando logró su mayor market share. En lo que va del período postcrisis del 2001, su participación logró aumentos solamente refugiada en las innumerables superficies comerciales de proximidad de distintas nacionalidades. El segmento tradicional de la carnicería en sus distintas variantes ha soportado la avalancha supermercadista, sosteniendo su crecimiento en la pauperización de importantes estratos de la sociedad, principalmente en las grandes urbes.
La segunda aclaración importante, a la luz de lo sucedido en el último lustro, es la finalización en forma lineal del concepto de que la demanda de carne es inelástica a los precios. Esta máxima, asentada en pautas culturales que indicaban el alto nivel de consumo más allá del incremento de precios, pareciera haber llegado a su fin. La presencia de sustitutos con oferta abundante y precios diferenciados terminó de derrumbar la verdad histórica.
La carne por primera vez en su historia respondió dentro de determinados parámetros con una baja importante en su consumo ante el aumento de precios; derivándose el consumo a otras carnes, aviar y cerdo, lo que pareciera indicar por primera vez una mutación del reinado cultural de las carnes rojas.
Puesto en números, el descenso desde más de 69,4 kilos per cápita en 2009 a 51,6 kilos per cápita en el primer cuatrimestre del 2011 de carne bovina refleja el impacto del incremento de precios.
Por otra parte, CICCRA (Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina), realizó un informe donde muestra en una serie de 10 años la evolución del consumo de las distintas carnes. Se puede apreciar cómo la carne aviar, que ha llegado a un consumo de 37 kilos per cápita anual, es la que recibe los beneficios de una demanda nueva.
La exportación de carne argentina y sus derivados desde hace unos años ha ingresado en un proceso de deterioro permanente, resultado del destino mayoritario de la producción de animales gordos hacia consumo interno, agudizado además por un conjunto de medidas oficiales que fueron desalentando la misma. Todo el sistema de ROE, pre-ROE y derechos arancelarios han llegado incluso a producir incumplimientos en la Cuota Hilton por primera vez en su historia en dos oportunidades.
La performance de toneladas exportadas, equivalentes a res con hueso, muestra a 2010 como uno de los peores años, asimilable a los períodos de fiebre aftosa, cuando teníamos los principales mercados mundiales cerrados. Todas las proyecciones indicarían que este año 2011 repetiríamos el volumen.
Es oportuno dejar dos reflexiones sobre el tema de ambos mercados, el interno y el externo, que seguramente marcarán los próximos años. En primer lugar, el crecimiento sostenido de la producción de la industria avícola que ha comenzado a exportar y expandir el consumo interno, permitiendo pensar que la diversificación de la dieta alimentaria de carnes podría también establecerse en Argentina; las carnes rojas dejarían de ser culturalmente primordiales y se complementarían muy bien con aves y cerdo.
En segundo lugar, el riesgo por la situación de la industria exportadora. Es imposible imaginar que un país con las ventajas competitivas y la calidad de sus carnes pueda mantenerse mucho tiempo fuera del mundo. El daño, de persistir esta situación, puede ser irreparable para la estructura industrial y la definitiva confiabilidad en nuestros productos. La oportunidad del crecimiento del consumo de carne blanca no debe ser vista como un riesgo sino como una posibilidad que libere producción interna de carne vacuna al mercado exterior.
Nuevos sistemas de comercialización
La cadena de ganados y carnes también ha tenido algunas innovaciones, seguramente no de la valía que el sector agrícola supo imaginar, pero no por ello menos importantes. En el segmento de la comercialización de ganado, un nuevo sistema se ha incorporado: los remates televisados.
La Bolsa de Comercio de Rosario ha sido pionera en la creación del Mercado Ganadero S.A. (ROSGAN), incorporando a sus mercados tradicionales después de más de 80 años una nueva herramienta, el sistema de venta por pantalla sin presencia física del ganado.
En 2008 comenzaron los remates televisados en nuestra institución, llevándose vendidos en 31 remates 642.201 cabezas, remitidas desde 14 provincias, realizándose operaciones por un monto de 888.782.859 pesos, reflejando un esquema federal en volumen y territorialidad.
El desarrollo de esta modalidad comercial se realiza mediante rigurosas normas y protocolos en la certificación y filmación, garantizando la mayor toma de datos visuales y escritos que se transmiten posteriormente en forma televisada a todo el país. Esta información se trabaja y se convierte en una web interactiva, donde están cargadas la totalidad de las tropas con todas sus características, el video mostrando las mismas y dinámicos buscadores que ayudan a perfeccionar la selección.
La impresión en cada remate de frondosos catálogos recopilando la totalidad de los datos suma un aporte más a la principal razón de ser de un mercado, la información, elemento vital que ayuda a la formación posterior de precios como resultado de la compulsa de oferta y demanda.
ROSGAN no sólo se ha convertido en el único mercado ganadero televisado de Argentina, sino que avanzó en dar institucionalidad a sus precios. En colaboración con la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas de la Universidad Nacional de Rosario elaboró el Precio Índice Rosgan, tanto de invernada como cría, convirtiéndose en el único referente de precios nacional.
El sistema de venta televisada de ganado es una modalidad impuesta en Uruguay desde hace casi 10 años. En la Argentina, la consolidación del mismo vino de la mano de Mercado Ganadero S.A., y abrió una senda que modificó las formas tradicionales de comercialización de ganado, complementándolas y privilegiando al productor, principal beneficiario de un sistema que le significa ahorros en flete, sanidad y transparencia en los precios.
Asociativismo, el nuevo horizonte de la ganadería
La cadena de ganados y carnes tiene méritos históricos para convertir a nuestro producto en una “delicatessen”. El sabor de su carne, la terneza, la calidad genética de su ganado, el rodeo de raza británica más grande del mundo, forman parte de nuestro acervo patrimonial y cultural.
Es necesario realizar una profunda renovación de nuestros objetivos estratégicos sin abandonar el mejoramiento genético, el desarrollo de nuevas tecnologías en pasturas, mayores rigores sanitario y de trazabilidad, la modernización del sistema comercial, nuevos estándares sanitarios frigoríficos, etc. Pero todo ello no alcanzará para modificar una cadena que hasta ahora actuó más como eslabones dispersos que defendían su interés sectorial, donde las ganancias de unos siempre fueron las pérdidas de otros. Debemos trabajar un cambio cultural que se apoye en el todos ganan.
La cadena de ganados y carnes debe observar el proceso cultural de cambio realizado en el sector agrícola de nuestro país, el cual se convirtió en el más competitivo a nivel mundial no sólo por sus recursos naturales sino por su capacidad de asociarse. Nuestro modelo agrícola, desde esta visión, es lo más cercano al modelo industrial del norte de Italia, ejemplo al cual todos quieren parecerse.
El gran desafío de la cadena de ganados y carnes para las próximas décadas pasa por cambiar el modelo individualista de funcionamiento sistémico. El asociativismo permitirá generar nuevas oportunidades y cambios tecnológicos, utilización de nuevos instrumentos financieros, generación de mercados de futuros; en síntesis, aprovechar la sinergia de todos los eslabones para construir una nueva cadena de valor