“Para desarrollar un programa de fertilización que permita un incremento de la producción de forraje es necesario considerar previamente diversos aspectos relevantes”, dice Rolando Demanet, uno de los más destacados investigadores en el área de las praderas en el sur de Chile.
El ingeniero agrónomo, que asesora a empresas y entidades del sector, fue el expositor de la segunda charla de un ciclo que realiza Aproleche Araucanía con el apoyo del Consorcio Lechero y el apoyo de una serie de empresas, entre ellas Campo Sureño.
“Estrategias de Fertilización para Aumento de Producción de la Pradera” se denominó la charla que dictó el especialista, quien enfatiza en que éste es un tema que debe ser enfrentado una vez que se tenga el pleno convencimiento que seremos capaces, en el predio, bajo las condiciones particulares de cada empresa, de lograr un aumento de consumo del forraje producido.
Demanet habla con conocimiento de causa. Las cifras que arrojan una serie de estudios e investigaciones muestran un gran problema en la producción de leche: la escasa eficiencia en el consumo del forraje.
“La primera gran duda que se plantea cuando se analizan los procesos de producción de leche de la región, es saber si somos eficientes en el uso del forraje disponible en cada unidad productiva”, señala el experto.
Y la respuesta a esta pregunta es clara en la mayoría de las explotaciones ganaderas. “Intentamos ser eficientes, pero nos falta; no somos como quisiéramos”, remarca el investigador.
Según explica, se estima que las praderas deberían producir, al menos, entre 8 y 12 toneladas de materia seca al año por hectárea.
Pero en la realidad, el consumo de los animales oscila entre 5 y 6 toneladas, según los datos recogidos en el marco del Programa de Desarrollo de Proveedores de Watt’s entre 2005y 2009. Este diferencial es el que llama a confusiones y a errores.
“El consumo de materia seca es casi la mitad de lo que uno piensa. Claro, hay algunos que consumen 12 toneladas, pero otros que consumen 3. Entonces el promedio son 6. Nuestra meta debería estar más cerca de 10 que de los 6 actuales. Y eso es absolutamente un tema de capacitación. De hecho, es uno de los planteamientos claves para la pequeña agricultura. Porque a un campesino no se le puede aplicar un programa de fertilización si no sabe o no puede comprender como manejar su pradera”, reafirma.
¿algo mal?
¿Pero qué hacen mal los productores que no logran utilizar una mayor proporción del forraje producido?
El primer problema, dice el experto, es que no existen mediciones objetivas que permitan definir cuánto es realmente el consumo de materia seca proveniente del pastoreo.
En ese plano, dice que si los productores no pueden medir el consumo efectivo de los recursos forrajeros, siempre estarán sobre o sub estimando el valor de los componentes de la dieta.
Demanet cuenta que muchas veces le ha pasado que estando en un predio elaborando las raciones del ganado lechero, se menciona que el rendimiento de las pasturas es 12 toneladas de materia seca al año. “Pero no se considera cuánto de esas 12 toneladas fueron efectivamente consumidas por el animal”, advierte.
El resultado se aprecia en el bolsillo de los ganaderos. Pero casi nunca se mide su impacto económico real, lo que es un tema de vital importancia en relación a la rentabilidad.
Según plantea, el costo de los ganaderos se puede incrementar de manera notable, dependiendo si se considera el valor por kilo de materia seca producida o el de un kilo de materia seca efectivamente consumido.
En algunos casos, según las investigaciones desarrolladas, este costo se puede incrementar hasta en 142%, sólo por no hacer un cálculo acertado del consumo real y quedarse sólo con el rendimiento del cultivo o la pradera. Un error recurrente en el sector productivo.
control de pastoreo
El experto en praderas y pasturas agrega que, asimismo, se hace necesario mejorar la eficiencia de la utilización del forraje a través del control del pastoreo.
“Una de las dificultades más grandes del pastoreo es la inconsistencia de la calidad y productividad del forraje. Ello pues el contenido de materia seca del forraje cambia a través del año y en cada temporada”, plantea.
Esto hace que se observen variaciones en el contenido de materia seca, nivel de Fibra Detergente Neutra (FDN), la palatabilidad y nutrientes, lo que contribuye a reducir la estabilidad de la producción de leche. Esto a diferencia de la producción obtenida con alimentos concentrados donde se puede mantener un nivel y calidad de nutrientes homogéneo durante el año.
Por eso, insiste en que para desarrollar una buena estrategia de fertilización, el productor lechero debe considerar el ordenamiento de sus recursos, el mejoramiento del consumo de su pradera y un muy buen conocimiento de la relación entre la nutrición de la planta y del animal. Todo, para que el programa tenga un impacto positivo en los resultados económicos.
adictos al nitrógeno
Según su experiencia, otro punto importante es la eficiencia en el uso del nitrógeno en el campo. Desde su perspectiva, este elemento debe ser utilizado en forma parcializada, moderada y complementada con otros que le permita a la planta transformar ese nitrógeno en proteína verdadera.
Así, postula que en Chile se nitrogeniza exageradamente, generándose una especie de “adicción” del productor a este compuesto. “Esto se produce porque las plantas, una vez que se aplica este elemento, se ponen verdes y crecen. Hay una respuesta y es bastante rápida. Pero ese color y ese crecimiento, no significa buena nutrición ni buen desarrollo de la planta”, remarca.
Demanet agrega que esta situación trae consigo una nutrición desbalanceada, lo que genera en la planta una pérdida de persistencia. Y por lo mismo, un bajo aporte nutricional al ganado.
“Muchas veces los análisis de las plantas muestran entre 26 y 28 por ciento de proteína, pero eso ha sido medido como nitrógeno total. Sin embargo, no sabemos cuánto de eso corresponde a proteína. Si esto es producto de una fertilización balanceada entre nitrógeno, azufre, potasio y magnesio, tenemos una mayor proporción de proteína verdadera. Si no es así, lo más probable es que la mayor parte sea nitrógeno no proteico”, advierte.
El impacto del uso excesivo de nitrógeno, se observa en los animales. Por ejemplo, con urea en la sangre y la leche; exceso de trabajo del hígado y riñón; pérdida de proteína a través de la orina y las fecas; y problemas reproductivos y podales. “Y por lo tanto, baja longevidad de las vacas y los rebaños”, sostiene.
Suelos
Por todo lo anterior, Demanet cree que hay materias en que el Estado debe tener una acción más concreta. Por ejemplo, a través del Sistema de Incentivos para la Sustentabilidad Agroambiental de los Suelos Agropecuarios.
Al respecto, explica que hay al menos tres planteamientos que ha realizado al ministro de Agricultura, José Antonio Galilea, en orden a mejorar la operatividad del programa.
El primero es que en el mecanismo de recuperación de suelos se debe generar un grupo capacitado de operadores que ejecute el programa. “Nos hemos encontrado en muchas ocasiones que los operadores no tienen las capacidades, entonces los resultados son deficientes”, señala.
El segundo planteamiento apunta a restringir lo más posible las prácticas del programa, de manera de que tengan mayores opciones para solucionar sus problemas reales, que son la acidificación del suelo, el nivel de fósforo y el establecimiento de praderas permanentes. “No praderas de rotación”, afirma.
Por último, postula que el nitrógeno debiera ser absolutamente regulado. “No sé si sacado del programa, pero yo digo que se debe focalizar en enmiendas, fósforo y establecimiento de praderas”, dice, enfatizando que el nitrógeno queda fuera de su esquema. “Este lo debe colocar el productor. Y como va a tener un costo mayor, él solo lo va a regular, por el precio”, sentencia.
Como contraparte, considera que el fósforo es fundamental: “Este debe ser corregido en forma gradual. Y de esa forma, podremos tener en el corto plazo un suelo con una actividad biológica importante, un nivel de nutrientes buenos y praderas permanentes y con persistencia”.
Fuente. Revista del Campo Sureño