La desaceleración del crecimiento en los países emergentes y la inestabilidad de los industrializados tienen al mundo temblando ante una cada vez más cercana recesión. Para muchos el escenario será crítico, para otros las consecuencias serán pocas; sin embargo, todos creen que es hora de tomar medidas.
"Crisis financiera global 2.0". Con ese nombre, el economista turco Nouriel Roubini, más conocido como Dr. Catástrofe, alerta del nuevo escenario mundial. Fue el primero en advertir los problemas de 2008 y adelantó que no sería un evento aislado, que la economía global se desarrollaría como una "W" y que ocurriría una nueva caída que es la que hoy estaría ocurriendo. Y el panorama, a primera vista, le da la razón. La deuda pública de Estados Unidos duplica el tamaño de su economía y alcanza el 98,6% del PIB, mientras este indicador en la Eurozona representa el 80% del PIB, de acuerdo a datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sumado a la desaceleración de países como China, cuyo crecimiento económico bajó su ritmo de 9,5% a 9,1% el último trimestre, ni la ampliación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (Feef) ni el crecimiento económico del último trimestre de los norteamericanos disipan por completo el temor ante una posible recesión. En el agro local esto se puede traducir en varios problemas: dólar bajo para los exportadores, menor demanda en los países afectados -principales mercados para Chile- e incluso en algunos emergentes, además de inestabilidad económica, lo que podría, posteriormente, reducir las posibilidades de obtener financiamiento. Aunque también hay factores que impulsarían al sector, como el precio de los alimentos que sólo en Latinoamérica ha subido 40% en los últimos cuatro años, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Y el aumento en la población mundial, que en octubre alcanzó los 7 mil millones de personas y se espera que en 2050 alcance los 9 mil millones, según el Banco Mundial (BM), indicador de que la demanda por alimentos seguiría creciendo. Entonces, ¿cuál sería el efecto concreto de una posible crisis en el sector agroalimentario? En el nuevo escenario recesivo el centro de la atención la acapara EE.UU. y Europa. El problema es que hoy el Viejo Continente está en una peor posición que hace dos años. Países como Grecia tienen al continente y su moneda en peligro. Por eso esperan que el acuerdo del Feef que le condona el 50% de la deuda a ese país genere mayor tranquilidad, aunque hasta ahora no ha sido suficiente como para eliminar la incertidumbre. "Esta crisis tiene el potencial de ser más fuerte que la anterior y afectarnos más, en el caso de que se desarrolle de forma negativa", prevé Óscar Melo, PhD. y profesor de Economía Agraria en la Universidad Católica. Uno de los impactos, y que ya se vivió de cierta forma durante la crisis del 2008, es que puede generar cambios en el comportamiento de consumo. "Los consumidores habituales de nuestros productos de exportación -principalmente frutas y vino-, de Europa y Estados Unidos, verán afectada su economía y podrían disminuir el consumo de bienes un poco más caros, y es ahí donde podría golpear a Chile dependiendo de qué tan suntuario sea el producto", explica Melo. Hoy en día, según datos de Odepa, el 24% de nuestras exportaciones, mayormente forestales, tienen como destino Asia. Otro 24% de los envíos chilenos va a la Unión Europea; y de éstos apenas el 1,9% tiene como destino España y un 0,1% Grecia, según los mismos datos. La parte positiva es que "al igual que en 2008-2009, esta recesión afectaría principalmente a los países industrializados y nuevamente los países emergentes serían el freno a la propagación más generalizada de la crisis", dice Carlos Furche, consultor agrícola y ex director de Odepa y Direcon. Hasta ahora Asia, especialmente China, ha sido visto como el salvavidas hacia el cual podrían reorientarse las exportaciones. El tema es qué pasaría si el gigante asiático tiene también problemas, advierte Marcos Fava, especialista en agronegocios de Brasil. Aunque los cantoneses bajaron su ritmo de crecimiento, siguen estables y con proyecciones positivas, pero de todas formas hay que estar muy atentos a cómo se siga comportando la economía asiática. Uno de los factores que más inestabilidad está generando es la alta volatilidad de las monedas extranjeras, especialmente el dólar y el euro, precisamente las que mandan en las exportaciones chilenas. En el caso del dólar, los añorados $600 parecen una foto en sepia de lo que fue alguna vez ante el peso chileno. Tanto es así que los agricultores chilenos ya están casi resignados a que se quede en torno a los $500, sin embargo este año ya son varias las oportunidades que ha estado bastante por debajo de eso. Hay que considerar que la inestable situación de Estados Unidos -debido a su deuda pública, nivel de desempleo y baja evaluación por las calificadoras de riesgo- ha generado una especulación negativa para este tipo de cambio. "El dólar se ha devaluado con el tiempo y eso juega en contra de las exportaciones agrícolas así que es necesario estar pendiente de cómo sigue su curso", dice Adrián Rodríguez, de la Unidad de Desarrollo Agrícola de la Cepal. Lo mismo sucede con el euro, que para los más pesimistas está al borde de la muerte, mientras los optimistas esperan que las medidas adoptadas por la Comunidad Europea pongan freno a su caída y lo estabilicen nuevamente. En la primera caída del dólar, todos recomendaban transar en euros, hoy esa opción ya no es la más conveniente pues la moneda comunitaria, que en el año 2008 llegó incluso a los $800, hoy se mantiene en torno a $600. Sin embargo, en medio de la crisis se conjugan otros factores que despiertan las alarmas en el sector y dan cuenta de que se necesitan cambios. El cambio climático es hoy una de las principales preocupaciones para la agricultura. La utilización de recursos naturales para las industrias y la necesidad de generar cadenas de producción mucho más sustentables es una demanda latente. "Es necesario seguir muy de cerca el comportamiento del clima. Igual de importante es lograr que se desarrollen nuevas prácticas agrícolas orientadas a una agricultura adaptativa al cambio climático global", alerta Alan Bojanic, representante regional adjunto de la FAO. ¿Qué hacer ante una crisis? En un ambiente donde todavía no hay nada definido, las mejores medidas que se pueden tomar son las que permitan fortalecer al sector y que a la vez ayudarían a paliar los efectos de una posible crisis: No especular con el tipo de cambio: "En el corto plazo es poco lo que se puede hacer", dice Melo. Pues en caso de que la recesión se generalice no habría mucho tiempo para reaccionar. Sin embargo, el profesor de la UC recomienda "protegerse frente a las variaciones de corto plazo del tipo de cambio, que pueden ser más fuertes, y no especular con él, pues algunos agricultores lo han tratado de hacer con resultados lamentables", afirma. Bajar los costos productivos: Diminuir el costo de producción es una de las medidas más recurrentes, por las ventajas que puede entregar en un escenario de crisis. "Creo que el país tiene que seguir trabajando en un modelo para reducir los costos de los insumos en la producción, pues mientras más bajo sea menos vulnerable está a cambios en el precio de su producto", explica Willem Janssen, encargado Agrícola para América Latina y el Caribe del Banco Mundial. Para el experto del Banco Mundial mejorar la infraestructura, asegurar buena calidad de puestos, sistemas de transporte y reducir la necesidad de pesticidas y fertilizantes podrían ser algunas de las fórmulas. Por su parte, Marcos Fava también recomienda a los pequeños agricultores trabajar colectivamente, en asociaciones, lo que les permitirá ser más eficientes y abaratar costos. Empleo parcializado: En 2008 el primer factor afectado por la recesión fue el empleo, que cayó drásticamente en gran parte del mundo. Ante esto Janssen recomienda emplear el método alemán. "Ellos hicieron funcionar un sistema de empleo parcial. No despidieron gente, sino que los dejaron de medio tiempo, así siguieron trabajando pero en menor intensidad. Pese a que en el sector agrícola esto es complejo, tiene la ventaja de que a medida que la crisis pase permite retomar el hilo de trabajo muy rápido", comenta. Apoyo estatal: Los productos que podrían verse más afectados serían los más exportados, en este caso frutas, hortalizas y vinos. Por eso, Bojanic llama a "entender cuáles serán los grupos de productores que podrían resultar afectados y ver cómo desarrollar medidas de protección para ellos, recurriendo a incentivos, subsidios o fortaleciendo las organizaciones de productores", afirma. Acceso al financiamiento: Otra de las lecciones aprendidas con la crisis subprime fue que se cerró mucho el acceso al financiamiento, ante el miedo de que se generara una burbuja crediticia, "pero es necesario poner mayores alternativas de financiamiento de largo y corto plazo y fortalecer esquemas de seguros para enfrentar la volatilidad de los riesgos climáticos y de precios", comenta Rodríguez, de la Cepal. Gustavo Rojas, director de Odepa, coincide y dice que "debe existir la disponibilidad y acceso al financiamiento suficiente. Es probable que esto requiera una acción del Estado, directa en el caso de los pequeños productores e indirecta, para los de mayor escala". Pero nadie puede asegurar que la banca no se cierre, por eso, Carlos Furche explica que "es posible coordinar un trabajo entre banca, sector privado y político, donde el mayor esfuerzo debe ser de las políticas públicas". Valor agregado: Agregar valor es el desafío más grande para la industria y en períodos de recesión se hace aún más urgente. Si bien se torna difícil la comercialización, Furche dice que "no hay que meter nuestros productos en una lata. Se necesita diferenciación, certificación apropiada y resaltar las características propias". Además de la innovación tecnológica que conlleva, otro de los aspectos es la calidad y la inocuidad, dos palabras clave para sumar valor, que "deben ser mantenidos e incrementados sin importar los niveles de precios que se alcancen", explica Rojas. Diversificar o relocalizar: Pese a que muchos creen que la crisis no se generalizará, hay que estar preparados y los más radicales dicen que para eso se necesita ampliar la canasta exportadora y el abanico de destinos de envíos. "Diversificar la oferta productiva siempre es una buena opción, porque permite generar nuevos productos de valor nutricional y fabricados localmente", dice Bojanic. Para otros, la canasta es bastante diversa, pero necesita relocalizarse. Ante la inestable situación europea todo indica que podría disminuir la demanda de los productos exportados y con ellos los precios, por eso "debemos pensar en un redireccionamiento de nuestras exportaciones hacia países que ya conocen los productos chilenos y que pueden no estar dañados", dice Rojas. Aunque los precios disminuyan a nivel mundial y esta medida sea más de mediano o largo plazo, serviría para que las exportaciones no caigan exageradamente y a la vez no se abandonen mercados tradicionales. El objetivo de esto sería tener un plan B. "Diversificar permite tener más oportunidades en caso de que existan problemas", dice Melo. Trabajo en equipo: Pero no todas las situaciones están en Chile, para Alan Bojanic una de las necesidades actuales de la región y del mundo es potenciar la gobernanza global. "Hoy necesitamos abrir las puertas al diálogo internacional, para desarrollar políticas conjuntas y evitar acciones unilaterales que afecten el comercio entre otros", explica el representante de la FAO. "No hay que meter nuestros productos en una lata. Se necesita diferenciación, certificación apropiada y resaltar las características propias", dice Carlos Furche. Fuente: Revista del Campo- El Mercurio
Hay que mirar ciertos fenómenos que podrían indicar hacia dónde se dirige la industria y qué condicionaría su desarrollo, dicen expertos de la FAO, Cepal y el Banco Mundial, entre otros.
Y para enfrentar el cambio en los precios que genere este escenario, poner un mejor dispositivo de políticas para enfrentar el riesgo que supone esta inestabilidad sería una de las soluciones, según Furche. Además de informar, para Rodríguez es vital que existan canales de información, especialmente para los pequeños y medianos productores.