La ganadería deberá abastecer a mediados del siglo una demanda mundial de carnes y lácteos del doble de la actual. Además, seguirá ofreciendo trabajo y sustento a 1,000 millones de personas. Sin embargo, tiene un costo ambiental demasiado alto.
La producción animal ha dañado suelos, agua, el aire y la biodiversidad. En referencia a la contaminación atmosférica conducente al calentamiento global, el documento “La larga sombra de la ganadería” (FAO, 2006) llamó la atención pública, entre otras cosas, a la contribución de la ganadería con 18% de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) generados por las actividades humanas más contaminantes.
Entre los factores que suman ese total destacan la deforestación para uso ganadero (aumenta el bióxido de carbono 34%), la fermentación entérica de los rumiantes (25%, genera metano) y la descomposición de estiércol (12%, sobre todo con óxido nitroso).
Sin embargo, hay técnicas disponibles y métodos productivos, con viabilidad demostrada, con los que la ganadería puede contrarrestar el calentamiento global. Algunos contribuyen a la captura de carbono, retirándolo de los GEI, y otros consisten en reducción de emisiones.
Para la captura de carbono:
• Incorporación de materia orgánica a suelos ganaderos. Mediante mejores técnicas de cultivo de forrajes y de manejo de potreros.
• Sistemas silvopastoriles. Combinando la ganadería con árboles adecuados, que aportan también algunas otras ventajas.
En cuanto a reducción de emisiones de GEI:
• Mayor productividad por animal. Emplear ganado más productivo y con mejor manejo y, así, reducir la cantidad necesaria de animales.
• Cambios dietéticos. Los forrajes y alimentos más digeribles generan menos metano. Existen también componentes de alimentos y aditivos específicos que reducen la producción de ese gas.
• Eficiencia alimenticia. Seleccionar animales que aprovechen mejor el forraje, lo cual no se ha hecho hasta ahora por la dificultad metodológica, aunque se espera que pronto estén disponibles herramientas mejores.
• Reducción de desechos de nitrógeno. Se pueden formular alimentos y suplementos de manera que se reduzca el contenido de nitrógeno del estiércol, que luego se convierte en óxido nitroso.
Aplicar en sus sistemas estos componentes, es buena opción para los ganaderos mexicanos, pero en algún momento habrá normas que obliguen que se haga y se documente. La mejor noticia es que, además de favorecer la ecología, impulsan la rentabilidad y competitividad.
Luis Fernando Iruegas Evaristo es especialista de la Dirección de Análisis Económico y Consultoría en FIRA. La opinión es responsabilidad del autor y no necesariamente coincide con el punto de vista oficial de FIRA