El rubro de la carne bovina vive un escenario de contrastes. Esto dado por los índices de producción interna y los de mercado internacional.
Claramente, la baja masa ganadera nacional provoca un aletargamiento en la respuesta ante las señales optimistas del mercado de la carne bovina a nivel internacional.
Respecto de la producción de carne a nivel nacional, las cifras presentadas por Odepa para 2011, muestran que durante el año recién pasado se manifestó una restricción en términos de número de cabezas faenadas y kilos de carne en vara. Estos valores resultan ser los más bajos en los últimos ocho años.
Para el lapso enero-noviembre de 2011, hubo una disminución del 12% en el número de cabezas bovinas faenadas. Esto implicó una disminución de 10% en términos de kilos de carne en vara.
Considerando los dos últimos años, esta tendencia ha sido más acentuada en lo que respecta a vientres bovinos (vacas y vaquillas).
El faenamiento de vientres en promedio durante el último año ha disminuido en 25%, lo cual permite aseverar que la ganadería nacional, está viviendo un periodo de retención de vientres, como respuesta de los ganaderos a las mejores condiciones de precios del ganado en pie y especialmente el de recría (terneros y vaquillas).
En relación al comercio exterior, el rubro se encuentra en deuda, debido a que las cifras de exportación presentadas por Odepa muestran una disminución en relación al año 2010, tanto en términos de valor y volumen.
La carne bovina exportada durante el año 2011 en términos de volumen y valor fue 18% y 12%, respectivamente, inferiores al año 2010.
Sin duda, lo señalado contrasta con el buen escenario internacional que actualmente vive la carne bovina.
Por ello, es necesario tener presente las externalidades que influyen directamente en la actividad exportadora como es el bajo valor actual de la divisa.
En relación a las importaciones, las cifras muestran que en términos de volumen, prácticamente no variaron en relación al año 2010. Sin embargo, se advierte una concentración en el periodo agosto – noviembre, coincidente con el mayor consumo a nivel interno, afectando con ello el posicionamiento de la carne nacional en el mercado del retail, principal importador del rubro.
Por otro lado, al contrastar la producción de carne bovina nacional con las exportaciones se logra estimar que aproximadamente el 4% de la producción es exportada. El año 2005, en que se exportó el 18% de la producción, fue el año en que se marco el hito en comercio internacional.
Desde el punto de vista del consumo de carne bovina, a principios del presente año el Ministerio de Agricultura, presentó las cifras de consumo de carne en la población chilena, las cuales exponen que durante el 2011, el consumo total de carne alcanzo 84,2 kilos por habitante; 21,7 kilos corresponden a carne bovina.
Así, el 25% de la carne consumida corresponde a vacuno, lo cual al comparar con el año 2010, evidencia una disminución en este indicador en al menos 2 kilos per cápita.
Hoy se estima que la carne importada ocupa aproximadamente el 50% del consumo nacional. O sea, al menos 11 kilos del consumo corresponde a carne de países tales como Paraguay, Brasil y Argentina.
Entonces ¿cuáles serían las causas de la tendencia decreciente en el consumo de carne bovina?
En respuesta a ello podemos identificar al menos dos más determinantes:
El primero es el precio como factor de decisión al momento de la compra, lo cual se logra determinar como conclusión de un estudio elaborado para Odepa en 2007 por Intelligent Data.
Allí se señala que la carne bovina se ha transformado en un commodity para el consumidor nacional. En concreto, los chilenos poseen como criterio de decisión fundamental el precio del producto al momento de la compra.
En este sentido, existe una condición desfavorable de mercado interno para la carne chilena, ya que la carne importada, por condiciones de subsidio y de políticas de fomento en sus países de origen, junto con libre acceso a nuestro mercado, presenta ventajas en cuanto a costos que marcan finalmente el precio del producto.
El segundo punto a tener en cuenta es la imagen del producto carne bovina. Está ocurriendo que hay una tendencia a reducir el consumo de carne bovina por razones de salud: la mitad de las personas que dejaron de consumir carne bovina el año 2007 manifestó que lo hizo por razones de salud; el resto, por precio.
Al respecto, resulta interesante analizar las mediciones que se han realizado últimamente a la carne bovina producida en sistemas pastoriles de la zona sur de Chile, en particular de la Región de Los Lagos.
Ello, a raíz de un estudio canalizado a través del Cluster Cárnico Bovino y ejecutado por el Inia Remehue.
En síntesis, el estudio muestra que esta carne es un producto magro (bajo contenido de grasa) con una muy buena relación de Omega 3 y Omega 6, con un perfil nutricional destacable, que para nada hace inferir que corresponda a un producto no saludable, basado en una dieta equilibrada.
De hecho, en países como Australia, EE.UU, Argentina y Uruguay han implementado programas y campañas que fomentan el consumo de carne bovina magra, dentro de un plan nutricional balanceado, ya que reconocen que este producto es una fuente indispensable para cubrir los requerimientos de hierro, zinc, aminoácidos, omega-3, vitamina B-6 y vitamina B-12.
Geográficamente no estamos tan lejos de estos países, pero sí demasiado distantes al compararnos con políticas internas destinadas a fortalecer el desarrollo de diversos sectores productivos
Por ello, solicitamos a nuestras autoridades avanzar en iniciativas que destaquen y rescaten las bondades de nuestra producción de carne bovina y orienten el adecuado consumo de nuestra población.
(*) Eduardo Schwerter, presidente de Agrollanquihue
Fuente: Revista del Campo Sureño