Manejo adecuado y específico en la alimentación, con mejoras genéticas del forraje, y selección a largo plazo de los animales más eficientes son algunas fórmulas para disminuir la liberación de metano.
Patricia Vildósola Errázuriz Los bovinos, en realidad todos los rumiantes, están en el banquillo de los acusados como causantes importantes del calentamiento global.
"Mucho se ha publicado acerca del negativo impacto de la ganadería en el calentamiento global, por la emisión de gas metano (CH4)que resulta de la fermentación digestiva que ocurre en forma natural en los rumiantes. Algunos ecologistas y consumidores responsabilizan a la ganadería del cambio climático mucho mas allá de lo que realmente corresponde", plantea el médico veterinario Rodrigo Prado.
Así, los rumiantes estarían cargando con más culpa de la que son responsables.
"Si bien es cierto que los rumiantes liberan metano, hay que poner esto en perspectiva. Por ejemplo, las plantaciones asiáticas de arroz tienen un alto impacto en el calentamiento global", dice Gavin Sheath, experto en ganadería de Nueva Zelandia.
De hecho, los estudios han determinado que algo más del 50% de las emisiones de metano provienen de actividades humanas. Sin embargo, del total de las emisiones de CH4, el 14% sería atribuible a los animales domésticos y el arroz sería el responsable de cerca del 20%.
Los gases de efecto invernadero (GEI) emitidos por la ganadería son generados por la fermentación del alimento en el rumen (CH4) y por la orina (óxido nitroso) y la materia fecal (CH4).
"En la medida en que el mundo se desarrolla e industrializa se estima que el metano va a constituir un menor porcentaje de los GEI. Un estudio publicado en Nature recientemente, por científicos de la U. de California, comprobó que entre 1990 y 2000 se produjo una importante merma en la concentración de metano en la atmósfera", recalca Prado.
Más allá de la polémica, está claro que los consumidores del mundo buscan las alternativas que les permiten sentirse colaborando con el medio ambiente. De ahí que los productores y los especialistas del planeta estén trabajando desde hace ya tiempo en encontrar alternativas que permitan al menos paliar el impacto de los animales.
Entonces, si se quiere ser competitivo, se vuelve crucial aplicar estrategias que permitan al sector ser más sustentable.
"Muchos científicos trabajan en esto, pero no es fácil", reconoció Tim McAllister, investigador del Agriculture and Agri-food Canadá, en el último simposium de Alltech, en Kentucky, EE.UU.
Guillermo Berra, experto del INTA Castelar de Argentina, explica que "el desafío actual es desarrollar estrategias para la reducción de emisiones, manteniendo la competitividad de su sector agropecuario".
La población microbiana del rumen va procesando por etapas las celulosas y ligninas de los pastos, para convertirlos en almidones, azúcares y finalmente en los ácidos grasos que alimentan al animal. En este proceso en los estómagos de los animales se produce hidrógeno, que es removido como metano. Si no se saca el hidrógeno, la digestión es ineficiente y la productividad del animal disminuye. El problema que persiste es cómo disminuir la cantidad de metano y seguir deshaciéndose del hidrógeno.
Equilibrio entre costo y resultados
Hay medidas que podrían ayudar a mitigar el problema. En esto es clave considerar que las medidas de mitigación no pueden ser de un costo tal que hagan la crianza inviable.
"Es necesario identificar las sinergias y co-beneficios que pueden existir entre políticas de cambio climático, de desarrollo sustentable, de seguridad alimentaria, de seguridad energética y de mejora de la calidad ambiental. Ello conducirá a una mayor aceptabilidad de las medidas propuestas, por parte de todos los actores involucrados", enfatiza Berra.
De ahí que la propuesta sea a adoptar tecnologías que aumenten la rentabilidad de la actividad, ya sea por un aumento de la productividad o por la disminución de los costos. Aquí es donde entran a jugar elementos como un manejo adecuado de las razas, según lo que se quiera producir, y la optimización de la alimentación.
Berra es enfático en que si bien a nivel internacional se proponen gran cantidad de medidas de mitigación, "cada una debe evaluarse a nivel local y en el mismo contexto de aplicación, teniendo en cuenta circunstancias tecnológicas, económicas, sociales, ambientales, culturales, legales, entre otras".
Algunas medidas específicas
En el momento en que se decidan reducir las emisiones, lo esencial es plantearse cuánto se quiere reducir.
"Es sumamente importante defender el criterio de reducción de emisiones por unidad de producto (kilo de carne o litro de leche). El criterio de reducciones absolutas implicaría, tanto la reducción del stock vacuno, como la implementación de tecnologías costosas y poco probadas", explica el experto.
Por ello, si bien las medidas que se pueden aplicar existen, es clave que se consideren elementos como la raza, el tipo de producción, la ubicación geográfica y, por supuesto, la relación costo eficiencia.
En este tema resulta entonces clave el manejo de la alimentación animal, con acciones que se pueden aplicar en la alimentación, que son de costo relativamente bajo.
"Se debe considerar que la producción de metano en los bovinos normalmente representa entre 5,5 y 6,5% del total de la energía bruta consumida en la dieta; sin embargo, valores entre 2 y 12% se reportan en condiciones de pastoreo. Cuando la alimentación es con forrajes de baja calidad nutritiva, la producción de metano puede representar entre 15 y 18% de la energía bruta. La manipulación de la dieta de los rumiantes se considera una alternativa viable para reducir la producción de metano y para disminuir las pérdidas energéticas en el animal", explica Prado.
Así, un aspecto en el que se puede trabajar es el mejoramiento en la calidad de los forrajes. Esto implica no sólo evaluar aspectos como la mejora de los pastizales, la estimación de la carga animal para que esta sea la adecuada, una excesiva puede generar también daños en el suelo, lo que implica otras formas de impacto ambiental, sino también considerar aspectos como el mejoramiento genético de las especies.
También es importante conseguir que la formulación de las dietas esté balanceada correctamente, pues esto hará que la asimilación de los nutrientes sea más eficiente. "Deberían existir los incentivos económicos que justificaran los mayores costos en la adquisición de algunos ingredientes dietarios y en los análisis de laboratorio", sostiene el experto del Inta argentino.
Otros aspectos clave son tener un control estricto del estado sanitario de los animales, así como de los índices reproductivos.
Simultáneo a todo lo anterior, pero con efecto a largo plazo, es trabajar en la selección de los animales de alto performance. Esto porque en la medida en que se tenga animales de alto rendimiento el impacto en el medio ambiente -tanto en las aguas como en la liberación de GEI- es menor.
"Sería necesaria la implementación de programas de mejoramiento a largo plazo, que deberían sostenerse con el correspondiente seguimiento y asistencia técnica", explica Berra.
Y si bien hasta hace muy poco una de las dificultades con este tema era determinar cuánto metano libera efectivamente cada animal, para a partir de ahí dejar a las que generan menos, por estos días parece que habría soluciones, pues investigadores de la Universidad de Nottingham, en Inglaterra, desarrollaron un sistema que permitiría medir las emisiones de cada una por separado.
De todas formas, los especialistas sostienen que es importante poner las cosas en su justo contexto.
"Que el 5 a 7% de la energía de los forrajes se transforme en metano por la fermentación ruminal es un fenómeno natural y necesario para transformar el forraje en carne o leche, en un proceso tan admirable de la naturaleza. La ganadería genera alimentos fundamentales para la nutrición humana cuya demanda seguirá en aumento", recalca Rodrigo Prado.
Fuente. Revista del Campo - El Mercurio